05 marzo, 2006

Ars docendi

Llevo ya unos cuantos años enseñando latín (al menos intentándolo), y algunos de los últimos no dejo de darle vueltas a la cuestión del método que se ha de emplear. Esta comedura de coco se me ha vuelto a plantear desde que Antonio y Emilio estuvieron presentando el método Ørberg durante las VI Jornadas de Humanidades Clásicas.
Todo esto, creo, no es más que el reflejo de cierto cansancio o insatisfacción del método tradicional de enseñanza del latín, con demasiados contenidos gramaticales, tal vez. En esta entrada quiero dejar anotadas algunas ideas que he ido revisando a este respecto.
Ciertos métodos más o menos actuales, como el propio método Ørberg, propugnan un aprendizaje natural de la lengua latina, con todo su material escrito en latín, y pretenden que en las clases el profesor y los alumnos utilicen esta misma lengua. A esto se opone, por ejemplo, El Brocense que, en su pequeño tratado Arte para en breve saber latín, explica:

Dicen algunos grosseros, que pues el niño va a la escuela a deprender Latin, que es bien que comience luego a chascar en Latin, chascar dicen, i otros mas pulidos dicen engullir, i otros, que para mi son irracionales, dicen, Vel male, vel bene loquere cum M. No merece esto respuesta; pero por satisfacer a algunos, que por estos se podrian engañar, digo que el Latin de las artes de Gramatica, no aprovecha para hablar, ni escrivir […] Quien quisiere ver cuanto importa saber en Romance el arte, si tanta gana tiene de llegar al Latin, tome dos niños de igual habilidad, i lleve al uno por Romance, i al otro por el Arte Latina, y vera al fin de seis o ocho meses quanto mas presto, i con quantas ventajas, da mejor cuenta de los autores Latinos el Romancista, que el Latinista.

Se pretende, pues, que el discípulo adquiera los rudimentos de la Gramática para, inmediatamente, ponerlo ante autores latinos como Virgilio o Cicerón. Esto mismo se puede leer en el italiano Ch. Longueil, quien comenta a J. Maldonado (Paraenesis ad politiores litteras adversus grammaticorum vulgum):

Nosotros ponemos en manos de los niños un librito de cuatro a cinco hojas, en el que se les presenta un breve esquema de las declinaciones y de las conjugaciones; y, cuando lo saben, cosa que lleva menos de un mes, enseguida los pasamos a Terencio o a Salustio.

Una discusión acerca del modelo pedagógico de Nebrija y de las primeras reacciones adversas puede leerse aquí. Los humanistas que empiezan a cuestionar el método de Nebrija (El Brocense, Lucio Marineo Sículo) defienden el sistema de enseñar rápidamente unos rudimentos de gramática latina e introducir lo antes posible al alumno en la lectura de autores clásicos. Yo quise probar este método en algún momento; llegué incluso a empezar a preparar la herramienta electrónica para ello. Por ahora no lo he puesto en práctica, tal vez por miedo, tal vez porque me parece que hay que hacer una selección inicial de textos que no he tenido tiempo de realizar.

Tenemos pues dos caminos: enseñar los rudimentos gramaticales a los alumnos e introducirlos enseguida en la lectura de autores clásicos; o utilizar un método tipo Ørberg con el que se pretende que los alumnos comprendan los textos y descubran por sí mismos los mecanimos de la gramática. Los libros de texto que suelen utilizarse han tirado por la calle de en medio: proponen una secuenciación de ejercicios gramaticales y frases sueltas para practicar cada uno de ellos. Ésta sea tal vez la solución menos atractiva: las frases sueltas pueden carecer de sentido fuera de su contexto, y resultan forzadas en cuanto a su dificultad, pues hay que evitar los contenidos gramaticales que aún no se han estudiado.

No sé qué hacéis vosotros en vuestras aulas. Yo estoy tan cansado, que estoy dispuesto a probar cualquier cosa. Dadme ideas.

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